domingo, 31 de octubre de 2010

Las tres rejas

El joven discípulo de un sabio filósofo llegá a casa de éste y le dice:
-Oye, maestro, un amigo tuyo estuvo hablando de ti con malevolencia...
-¡Espera! lo interrumpe el filósofo-. ¿Ya has hecho pasar por las tres rejas lo que vas a contarme?
-¿Las tres rejas?
-Sí. La primera es la verdad. ¿Estás seguro de que lo que quieres decirme es absolutamente cierto?
-No. Lo oí comentar a unos vecinos.
-Al menos lo habrás hecho pasar por la segunda reja, que es la bondad. Eso que deseas decirme, ¿es bueno para alguien?
-No, en realidad no. Al contrario...
-¡Ah, vaya! La última reja es la necesidad. ¿Es necesario hacerme saber eso que tanto te inquieta?
-A decir verdad, no.
-Entonces -dijo el sabio sonriendo-, si no es verdadero, ni bueno ni necesario, enterrémoslo en el olvido.

martes, 26 de octubre de 2010

Robert Kennedy (1968)

"El PIB no tiene en cuenta la salud de nuestros niños, la calidad de su educación o el gozo que experimentan cuando juegan. No incluye la belleza de nuestra poesía ni la fuerza de nuestros matrimonios, la inteligencia del debate público o la integridad de nuestros funcionarios. No mide nuestro coraje, ni nuestra sabiduría, ni la devoción a nuestro país. Lo mide todo, en suma, salvo lo que hace que la vida merezca la pena".


domingo, 17 de octubre de 2010

A correr

Cuentan que cierto día, estaban en el bosque un caballo y su pequeño hijo.

A ambos les gustaba correr sin rumbo fijo, solo por el placer de sentir el cálido aire sobre sus cabezas. Padre e hijo disfrutaban mucho de estas carreras y siempre hablaban de la forma más amena. Realmente existía una comunicación constante entre ellos.

Ese día salieron, como era su costumbre a correr, estaban muy felices porque era un día espléndido. De repente el pequeño caballo tropezó y cayó rodando. Su padre se detuvo de inmediato, volviendo sobre sus pasos para ver que le había sucedido a su pequeño hijo. El pequeño no lograba levantarse y estaba muy asustado. 

- Siento que no podré volverme a levantar, me duele mucho una pata.
- Hijo, debes levantarte.
- Papa -dijo el caballito-, creo que no me he roto nada, sin embargo, un caballo nunca se cae y cuando lo hace, le resulta sumamente difícil levantarse.
- Estás equivocado, algunos animales como nosotros caen, pero vuelven a levantarse y tu te levantarás, porque tu no tienes nada roto, tu voluntad hará que te levantes y vuelvas a caminar y a correr como siempre lo has hecho, no permitirás que tu mente te haga tomar una decisión equivocada, creyendo que porque has caído no podrás levantarte, además, yo te ayudaré a hacerlo, porque yo  necesitaré tu ayuda cuando caiga y necesite levantarme igualmente.
- Pero papa, ¿cómo podría yo ayudarte a levantarte si soy tan pequeño?
- No se necesita fuerza física para dar esa clase de ayuda, solo se requiere  un gran amor, esa es la clase de ayuda que necesitamos, sentirnos apoyados por nuestros seres más queridos, y yo te quiero mucho y por esa razón te digo que te levantes, porque todavía tenemos muchos caminos que recorrer juntos.
Y nuestro pequeño caballito, se levantó, se sacudió el polvo, empezó a caminar junto a su padre y pronto empezaron a correr como era su costumbre.
CAERSE no es lo importante, lo importante es LEVANTARSE cuantas veces sea necesario.



lunes, 11 de octubre de 2010

Una soledad compartida

Todas las personas nos hemos sentido en algún momento deprimidos, bajos de moral, con el miedo metido en el cuerpo, pensando que todo se ha acabado; nuestras espectativas de futuro se han desvanecido; cuando miramos hacia el horizonte ya no vemos esa luz clara y resplandeciente en las que estaban todas nuestras metas, esas metas por las que estabamos luchando para poder conseguirlas. Es en ese crítico momento cuando no dejamos de pensar que nuestra vida ha dejado de tener sentido.
Si en alguna ocasión nos llegan estos sentimientos, solo tenemos que abrir los ojos y mirar a nuestro alrededor; nos daremos cuenta de que no estamos solos, nunca lo hemos estado; nuestra familia, nuestros amigos e incluso nuestros enemigos (aunque sea solo para vernos hundidos), siempre han estado a nuestro lado. Algunos compartiendo nuestra aflicción más que otros.
Para que estas situaciones no nos lleguen nunca a superar, acude al instante a ellos, tus compañeros de viaje en la vida. Ellos sabrán perfectamente lo que te ocurre, con solo mirarte o quizas no se den cuenta realmente de lo que te pasa, pero se interesarán por ti. Eso sí con beunas intenciones. Quizás, eso que te ocurre, a ellos ya les ha pasado antes. Pero si no es así, les estarás ayudando a que ellos no caigan. Ellos sabrán perfectamente como ayudarte o al menos, lo intentarán, pero una cosa sí es segura, te darás cuenta de la importancia de tener a nuestro lado a personas dispuestas siempre a escucharte y ayudarte.
Por este motivo, tiéndele la mano tu también a los que más te necesiten, familia, amigos, incluso los menos conocidos para ti. Acude a ellos si te necesitan porque algún día tu los necesitrás a ellos también. Comparte tu soledad, deja que ellos la compartan contigo. Todos juntos lograremos que nuestra vida sea tan agradable y plena como antes. Y no solo eso, también podrás fortalecer tus vínculos familiares y de amistad. Merece la pena intentarlo.

domingo, 10 de octubre de 2010

Vuelvo a ser yo

Poco a poco, cada vez más, iba acercándome a mi objetivo. Dentro de poco podría moverme libremente por este mundo nuevo e inmenso. Sin llamar la atención. Para buscar aquello por lo que he sido llamado. ¡Oh! Ya está. Ya siento un corazón latiendo dentro de mí. Puedo respirar. Puedo vivir de nuevo. Y...¿Qué es esto? Tengo un mal sabor de boca...debe de ser el alcohol. Da igual, hasta eso puedo sentir. Alguien me llama...

-¡Ayuda por favor!- gritaba desesperado- Roberto ¿¡me oyes!?
-¿Roberto?
-¡Amigo!- gritó lleno de alegría- Me habías asustado hombre.

El hombre viajero se incorporó lentamente. Acostumbrándose a su nuevo cuerpo.


viernes, 8 de octubre de 2010

Triste realidad

Es una noche de luna llena, las calles están mojadas y el cielo tiene una tonalidad rojiza. A pesar de estar nublado hace bastante frío, un par de grados bajo cero en pleno centro de la ciudad. Pero eso no impide que un treinta y uno de diciembre, el último día del año que todo el mundo celebra con alegría, sea para otros un día triste.
Son cerca las doce de la noche y no hay ni un alma en la calle, todo el mundo festeja como puede el fin de un año que para unos ha sido bueno y para otros no tanto. Solo se divisa a lo lejos, sentados en un banco, las siluetas de dos personas con la única compañía de sí mismos y una botella de vino, lo único que pueden llevarse a la boca para “calentarse”.
El hombre viajero siente que ha llegado a su destino, que es aquí donde tenía que llegar. No siente su cuerpo, no tiene frío ni hambre, no siente nada. Aún tiene que esperar un poco más para percibir todo eso, lo sabe, pero mientras tanto decide acercarse a las dos personas. De todas formas, piensa él, no tengo nada que hacer mientras espero.
Las dos personas sentadas en el banco no pudieron ver al hombre viajero, estaba lejos del alcance de ambos y tampoco podían percibirlo a pesar de que solo estaban a un par de pasos de este.
Ajenos a la presencia del desconocido empezaron a hablar, quizás para no sentirse tan solos. Se conocieron en la calle, su hogar, del único sitio del que no los podían echar.

-¡Eh Michael! ¿Por qué no te animas a cantar algo hombre? ¡Es fin de año! ¡Alegrémonos un poco anda!


Michael es americano y le encanta el mundo de la música, a lo que quiere dedicarse. Después de probar suerte por América y no obtener los resultados esperados, decide irse a probar suerte en otro país, donde no le va mucho mejor.

- No puedo cantar sin mi guitarra, Roberto- dijo con cara triste-. He tenido que venderla para conseguir algo de dinero.


Roberto tenía una esposa y dos hijos. Su mujer era abogada y él era gerente de una fábrica de coches. Tenían todo lo que deseaban y más. Pero su feliz vida empezó a ensombrecerse de la noche a la mañana. A la hija le detectaron un cáncer de pulmón que ni con todo el oro del mundo pudieron curar. Murió con tan solo tres años. La muerte de la pequeña afectó mucho a todos. El padre se encerró en su trabajo y apenas aparecía por casa. La mujer, para aliviar la ausencia de la hija y la falta de calidez del marido, empezó a buscar la compañía de otro hombre. El hijo se abandonó a las drogas. No pasó mucho tiempo hasta que el hijo murió de sobredosis, la mujer lo dejó y la fabrica en la que trabajaba cerrara porque iba a ser trasladada a un país con la mano de obra más barata. Sin familia, dinero, ni sitio donde vivir y sí, con muchos recuerdos y penas, se abandonó al alcohol y salió a las calles a vivir de lo que pudiera.

- Lo siento amigo- dijo Roberto-. Todo se arreglará y...¿Quién sabe? A lo mejor hoy cambia tu suerte.
-¡Ojalá! Renunciaría a cualquier cosa menos a la música. Me ha costado tomar la decisión de vender mi guitarra- dijo Michael con lagrimas en los ojos.


En los dos años que llevaba en el país había aprendido, gracias a Roberto, a dominar la lengua y cosas de la vida. Ambos habían aportado a cada uno cosas que, a pesar de las circunstancias, les daba motivos para seguir viviendo.
Desde los edificios cercanos llegaron gritos de ¡Feliz año! Ya estábamos en un año nuevo, un nuevo comienzo.

-¡Feliz año amigo! ¡Alegra esa cara!- dijo Roberto- Venga que si no cantas tu, lo hago yo...ejem, ejem...
- No, no...- lo interrumpió Michael- que como cantes nos llueve- dijo con una risa divertida mirando al cielo.
-Tan mal no canto, mira. Ejem...en un puertooooo italianooooo, al pie de la montañaaaaa...
- ¡Que arte!- rió Michael.
- ¡Espera que acabe hombre!- gritó Roberto- ¡Que esta es una buena canción de mi infancia!
- Vale, vale, continúa...
-Como era...¡ah ya! Vive nuestro amigooooo Marcooooo, en una humil...- Roberto se quedó callado llevándose una mano al pecho y con gesto de dolor.
-¿Qué te pasa compañero?- Michael estaba asustado- ¡Ayuda!


Pero nadie podía acudir, estaban solos en la calle.
El viajero sintió que ya era el momento, que no tenía que esperar más. A medida que la vida de Roberto se iba apagando poco a poco, el viajero era atraído como un fuerte imán hacia su destino.


martes, 5 de octubre de 2010

El Espejo de la Musa.



Johann Wolfgang von Goethe (1749-1832)
 Cierto día, temprano, cuando el empeño se adornó con impaciencia,
La Musa siguió la corriente del río,
Hasta un rincón apartado y tranquilo.
Rápida y sonora fluía
La cambiante superficie distorsionada,
Hacia sus figura encantadora que huía,
Entonces la Diosa abandonó la ira.
Sin embargo, el arroyo la llamó burlándose::
¿No verás entonces la verdad en mi claro espejo?
Pero ella corría lejos, cerca del océano;
En su figura el regocijo alababa,
Adornando debidamente su guirnalda.